Entre las espinas
- Vrylak Faemanna
- 14 abr
- 3 Min. de lectura
Reflexiones de un día de excursión en los matorrales xerofilos de Guanajuato

Las espinas guardan la medicina de la protección, la autopreservación y la capacidad de levantar sanos límites.
Agacharse, curvearse, dar la vuelta, buscar otra alternativa, tomar las espinas con cuidado para abrirte paso por el matorral, bastante similar al acontecer diario de la vida.
Durante un instante me detuve, agradecida del silencio, y la única voz natural era la brisa que corría entre mis dedos y las hojas de los huizaches, brindando alivio al sofocante calor que no venía del cielo propiamente, sino del reflejo ardiente del sol sobre las piedras rojizas del territorio.
"Esta es la cotidianidad de este cerro. De día, de noche, este silencioso lugar siempre será el mismo. La única cosa que puede alterar el espacio es el agua en la epoca de lluvia, la pata del ganado o el pie del hombre campesino que pasa con sus animales para ir a su rancho." Pensé, con un misterioso sentimiento en el pecho.
Sentí de nuevo el flujo de la brisa en mi cuerpo y me dí cuenta de que estaba contemplando la eternidad.
Cuando vas caminando entre los matorrales no puedes andar con la cabeza en las nubes. La atención se distribuye a todo el cuerpo. Hay espinas en el suelo que se clavan en las botas y pueden llegar a traspasar hasta tu pie, hay espinas alrededor, tan pequeñas y tan enormes como medio palmo, y rocas tan secas y frágiles que pueden hacerte caer al mínimo descuido.
Bordeando, rodeando, esquivando y sorteando las espinas como la misma vida, en plena atención a pesar del cansancio, y me sorprendió entender la enorme fuerza de vivir que tienen estas plantas, capaces de desarrollar sendas espinas para protegerse en un entorno hostil. Y pensé en las personas que han tenido que desarrollar tal pinchudez por el tipo de vida que han llevado. Una planta muy espinosa puede ser manejable, siempre y cuando se le trate con mucho cuidado y delicadeza. Pero al minimo descuido, un movimento demasiado rapido, podría llegar a sacarte un ojo.
A las espinas no hay que tenerles miedo, pero sí respeto. Todos los seres vegetales provistos de espinas suelen tener un carácter anímico fuerte, defensivo e incluso retador. No están allí para brindar suavidad sino para defender y lastimar. También para causar problemas, o para sacar males y enfermedades del cuerpo. La energía de las espinas es activa, proyectiva, propia del elemento fuego y del planeta Marte, velos y resonancias típicas de este tipo de seres.
En mi afán por ir entre los primeros del grupo, me planté detrás del guía, quien iba muy relajado conversando con su amigo. De repente dijo "cuidado, cuidado" y me miró por encima del hombro. Un enorme matorral espinoso se erìgía entre el y yo. Como yo venía con la cabeza en las nubes, no me dí cuenta de que era de lo que tenía que cuidarme. El hizo un minimo movimiento y la rama espinuda clavada su mochila se despegó y arremetió contra mí. Todo pasó lento, como si estuviese destinado a ser. Tan solo me dio tiempo de abrir las manos y ponerlas sobre mi cara, y como si las rocas supieran el peligro al que me enfrentaba me hicieron caer y gracias a eso no dieron de plano contra mi cuerpo. "estas bien?" preguntó. Y yo le dije "dame un momento" mientras revisaba y calculaba los daños. Me ayudaron a levantarme y las manos comenzaron a arderme. Por supuesto, varias espinas se habian clavado en mis manos, quedando clavadas en la carne y eran tan pequeñas que solo podían sacarse con pinza.
Este episodio me dejó pensando, en como a veces nos falta velocidad para escuchar las advertencias de los demás, cuando ellos son conscientes y pueden ver cosas que nosotros no podemos percibir en el momento.
"Cuando el río suena es porque piedras trae"
En un lugar lleno de plantas espinozas no se puede estar con la cabeza en las nubes. Una cabeza en la nebulosa es sinónimo de confianza en el entorno, pero ¿que pasa cuando el entorno no confía en nadie?
Y así salí del matorral después de cinco horas, exhausta por la gran cantidad de esfuerzo y atención puesta en la gente espinosa, pensando en que aquella experiencia fue retadora pero muy necesaria, sintiendo que había recibido pinchazos para que entendiera bien a fondo quienes son ellas y porqué son así.
Creo que, cuando vuelva a cruzarme con situaciones o personas espinozas en la vida, recordaré este matorral y sus protocolos de supervivencia.
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